La placa de vidrio seca fue uno de los soportes más utilizados en la fotografía, al punto que los reporteros gráficos de LA GACETA la emplearon hasta mediados del siglo XX. Con el correr de los años esos negativos fueron nutriendo nuestro Archivo y con la creación del Banco de Imagen las piezas comenzaron a ser estabilizadas e inventariadas. La N° 0000628, una más entre las miles que pasaron para su digitalización por el escáner, obliga a detenerse y deleitarse por la belleza que irradia. Desde la dinámica de los tonos blancos que envuelven el centro de la imagen, donde está el changuito sonriente, en andas, hasta la maravillosa intromisión del fotógrafo, convirtiéndose en parte de la escena y complementado la acción que en un andén se desarrolla.

No había nombres, tampoco lugar específico o fecha, pero Roberto Albornoz, historiador del fútbol tucumano, se acercó al monitor, parpadeó, abrió grandes los ojos y exclamó fascinado: “Carol, mi amigo Juan Carlos Carol, ‘El Burro’. Debe haber sido volviendo del Torneo Evita”.

DIGNA DE LOS CAMPEONES. Así fue la recepción al equipo de San Martín.

Quien retrató la felicidad de ese grupo de tucumanos pudo haber sido Anselmo Gómez, Edmundo Font o Ernesto González, fotógrafos que trabajaban en LA GACETA el 17 de marzo de 1950, cuando arribó a la estación San Cristóbal, en El Bajo, la formación del ferrocarril Belgrano que trasladaba a la delegación infantil de San Martín. El equipo había representado a Tucumán y fue finalista en el primer campeonato argentino de fútbol infantil Evita. Por eso disfrutó una acogida digna de los campeones. Y como presagio del jugador descollante que sería, aclamado por la concurrencia, con apenas 15 años sonreía Juan Carlos Carol.

El Torneo Evita

La delegación volvía a casa después de más de 70 días en Buenos Aires. El encuentro nacional -que incluía otras disciplinas- había sido instituido dos años antes por la primera dama Eva Duarte de Perón y por el ministro de Salud, Ramón Carrillo. El objetivo era promover el deporte comunitario, mientras adolescentes de todo el país se sometían por primera vez a revisiones médicas de rutina.

EL ORIGINAL. El negativo en placa de vidrio seca. Apareció mientras se realizaba el inventario del Banco de Imagen y remitió a lo vivido 74 años atrás.

El partido definitorio, anunciado como la final entre Tucumán y Buenos Aires, se definió en el estadio de Boca Juniors, el 10 de marzo de 1950. San Martín enfrentó a Arsenal de Almirante Brown y terminaron 1 a 1, pero la sorpresa para todos, incluidos los jugadores que ya se encontraban en el vestuario, fue que se otorgó el título de campeón a Arsenal por el “gol average” registrado a lo largo del torneo.

Gran expectativa había generado en los tucumanos esa final. Frente a LA GACETA se aglutinó una gran cantidad de público, expectante a los resultados que se iban anotando en la pizarra, e impidiendo la circulación de vehículos y peatones. La multitud comenzó a inquietarse por la demora de los datos, producto de lo saturadas que se encontraban las líneas telefónicas. Hasta que se obtuvo un cable de United Press que consignaba la consagración de Arsenal. Esto enardeció a gran parte de los aficionados que habían convertido la calle Mendoza al 600 en una improvisada tribuna.

Un grupo de ellos arrancó una de las pizarras, gritando que Buenos Aires otra vez le usurpaba al interior un título de campeón. Otra facción ingresó a la Redacción de LA GACETA: pedían publicar un petitorio dirigido a Eva Perón para que se revisara lo que consideraban una injusticia. En los siguientes días continuaron llegando reclamos verbales, telefónicos y epistolares  desde los lugares más inverosímiles.

OJO AVIZOR. Albornoz “descubrió” a Carol en la foto que no tenía referencias.

Sin embargo, ninguna de estas expresiones prosperó, ya que cuando terminó el partido final Eva Perón había ordenado entregar a los chicos tucumanos las mismas plaquetas que a los de Buenos Aires y rendirles idéntico homenaje. Al día siguiente los planteles finalistas fueron agasajados por el presidente Juan Domingo Perón y por su esposa en la residencia de Olivos.

“Se ha dicho que soy yo la inspiradora del torneo, pero no soy yo ni la Fundación. Los verdaderos inspiradores son el General Perón y los descamisados de mi Patria -dijo Evita durante el almuerzo-. Los niños de hoy son los entusiastas peronistas del mañana, porque ellos están nutriéndose a diario de las enseñanzas que le brinda la obra extraordinaria, patriótica y sacrificada de nuestro querido Presidente, que está quemando su vida para alumbrar este signo peroniano de ventura y felicidad  para todos los argentinos”.

Los festejos  

El club San Martín y la comunidad tucumana preparaban un gran recibimiento para los chicos. Los dirigentes convocaban al público a la estación de trenes, a la vez que anunciaba un baile de honor para los jugadores y sus familiares en el Solar de los Deportes. El bar Vidal, en el parque 9 de Julio, organizó un festival con artistas y orquestas locales. El cine Reggio, en avenida Sarmiento al 1.200, realizaría una función continuada de 14 a 24, destinando todo lo recaudado a los jugadores. También se organizó un festival de boxeo en el Club All Boys. El gobernador de la provincia, Carlos Domínguez, dispuso por decreto otorgar $500 a cada jugador titular y $100 a los suplentes.

Al descender del tren brindó una entrevista Roberto Santillán, director técnico del plantel, guía, tutor y a veces padre de aquellos jugadores. “Este campeonato ha sido enorme -sostuvo-. Todo cuanto se diga es poco. Aunque parezca una exageración, creo que en el mundo no se podría haber hecho algo más grande. Desde que llegamos a la Capital Federal nos alojamos en el Liceo Militar, nos recibieron con una ceremonia impresionante. Vivimos, comimos, dispusimos y tuvimos todo lo que tenía el cuerpo de cadetes. Más no podíamos pedir”. Sus palabras no hacían más que describir la experiencia  vivida por adolescentes oriundos de un rincón tan postergado del país.

Santillán adoptó una postura antagónica a las incontables voces de protesta que se habían pronunciado por la definición del campeonato. “Estar quejoso sería injusto. Yo por mi parte estoy contentísimo -sostuvo el entrenador-. Por eso mismo, ni bien se decretó campeón al equipo de Buenos Aires ordené a mis changos que detrás de los proclamados campeones siguieran ellos, conmigo, acompañándolos a dar la vuelta olímpica. Es verdad que lo del gol average lo supimos en última instancia. Sea como fuere, haber traído la segunda clasificación entre 25 equipos finalistas, después de habernos clasificado entre 100.000 pibes que intervinieron en las eliminaciones, es haber traído bastante. Tucumán no puede quejarse”.